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8 formas de ser una Familia Santa a ejemplo de la Sagrada Familia - Te mostramos algunas formas de ser una familia Santa como la Sagrada Familia. Como dijo Papa Francisco: las familias son verdaderas Iglesias
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Juan, hijo de Zebedeo y de Salomé, hermano de Santiago, fue capaz de plasmar con exquisitas imágenes literarias los sublimes pensamientos de Dios. Hombre de elevación espiritual, se lo considera el águila que se alza hacia las vertiginosas alturas del misterio trinitario: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios”.
Es de los íntimos de Jesús y le está cerca en las horas más solemnes de su vida. Está junto a él en la última Cena, durante el proceso y, único entre los apóstoles, asiste a su muerte al lado de la Virgen. Pero contrariamente a cuanto pueden hacer pensar las representaciones del arte, Juan no era un hombre fantasioso y delicado, y bastaría el apodo que puso el Maestro a él y a su hermano Santiago -”hijos del trueno”- para demostrarnos un temperamento vivaz e impulsivo, ajeno a compromisos y dudas, hasta parecer intolerante.
En el Evangelio él se presenta a sí mismo como “el discípulo a quien Jesús amaba”. Aunque no podemos indagar sobre el secreto de esta inefable amistad, podemos adivinar una cierta analogía entre el alma del “hijo del trueno” y la del “Hijo del hombre”, que vino a la tierra a traer no sólo la paz sino también el fuego. Después de la resurrección, Juan parmanecerá largo tiempo junto a Pedro. Pablo, en la carta a los Gálatas, habla de Pedro, Santiago y Juan “como las columnas” de la Iglesia.
En el Apocalipsis Juan dice que fue perseguido y relegado a la isla de Patmos por la “palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo.” Según una tradición, Juan vivió en Éfeso en compañía de la Virgen, y bajo Domiciano fue echado en una caldera de aceite hirviendo, de la que salió ileso, pero con la gloria de haber dado también él su “testimonio”. Después del destierro en Patmos, regresó definitivamente a Éfeso en donde exhortaba infatigablemente a los fieles al amor fraterno, como resulta de las tres epístolas contenidas en el Nuevo Testamento. Murió de avanzada edad en Éfeso, durante el imperio de Trajano, hacia el año 98
ORACIÓN: Oh Dios de bondad, derrama sobre tu Iglesia los rayos de la luz celestial, a fin de que iluminada con las enseñanzas de San Juan, tu Apóstol y Evangelista, alcance las recompensas eternas. Por Jesucristo, tu Hijo. Amén.
El nombre Juan viene del hebreo y significa "Dios es propicio" o "Dios se ha apiadado". La Iglesia de Cristo conmemora a San Juan, Apóstol y Evangelista, quien tuvo la inmensa dicha de ser el discípulo más amado por Jesús. Que San Juan nos consiga de Dios la gracia especial de leer con fe y amor su santo evangelio y obtener de su lectura gran provecho para nuestra alma.
Nació en Galilea, en el año 6. Era hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor. Su oficio era el de pescador. Parece que fue uno de los dos primeros discípulos de Jesús, junto con Andrés. Los dos eran también discípulos de Juan Bautista y un día al escuchar que el Bautista señalaba a Jesús y decía: "Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo", se fueron detrás de Él.
Jesús se volvió y les dijo: "¿Qué buscan?". Ellos le respondieron: "Señor: ¿dónde habitas?". Y Jesús les dijo: "Vengan y verán". Y se fueron con él y estuvieron en su compañía toda la tarde recibiendo sus enseñanzas. Durante toda su vida, jamás Juan podrá olvidar el día, la hora y el sitio en que se encontró por primera vez con Jesucristo. Fue el momento más decisivo de su existencia.
Juan estaba después un día con su hermano Santiago, y con sus amigos Simón y Andrés, remendando las redes a la orilla del lago, cuando pasó Jesús y les dijo: "Vengan conmigo y los haré pescadores de almas". Inmediatamente, dejando a su padre y a su empresa pequeña, se fue con Cristo a dedicarse para siempre y por completo a extender el Reino de Dios.
Juan evangelista hizo parte, junto con Pedro y Santiago, del pequeño grupo de preferidos que Jesús llevaba a todas partes y que presenciaron sus más grandes milagros. Los tres estuvieron presentes en la Transfiguración, y presenciaron la resurrección de la hija de Jairo. Los tres presenciaron la agonía de Cristo en el Huerto de los Olivos. Junto con Pedro, fue este apóstol encargado por Jesús de prepararle la Última Cena.
Al ver la mamá de Santiago y Juan que Jesús los prefería tanto, y aconsejada por ellos dos, que eran bien orgullosos, se atrevió a pedirle al Señor una gracia muy especial: que cuando él empezara a reinar, nombrara a Juan primer ministro y a Santiago ministro también. Jesús le respondió que el señalar los primeros puestos en el Reino de los cielos le correspondía al Padre Celestial, y que estos ya estaban determinados para otros.
Los demás apóstoles se indignaron contra estos dos vanidosos, pero Jesús aprovechó aquella ocasión para recordarles que en el Reino de los cielos ocuparán los primeros puestos los que se hayan dedicado a prestar servicios humildes a los demás.
A Juan y su hermano Santiago les puso Jesús un sobrenombre: "Hijos del trueno". Y esto se debió a que un día fueron los apóstoles a pedir hospedaje en un pueblo de samaritanos (que odiaban a los judíos) y nadie les quiso proporcionar nada. Entonces estos dos hermanos, que eran violentos, le propusieron a Jesús que les mandara a aquellos maleducados samaritanos alguno de los rayos que tenía desocupados por allá en las nubes. Jesús tuvo que regañarlos porque no habían comprendido todavía que Él no había venido a hacer daño a ninguno, sino a tratar de salvar a cuantos más pudiera. Más tarde estos dos hermanos tan vanidosos y malgeniados, cuando reciban el Espíritu Santo, se volverán humildes y sumamente amables y bondadosos.
En la Última Cena tuvo el honor de recostar su cabeza sobre el corazón de Cristo. Juan Evangelista fue el único de los apóstoles que estuvo presente en el Calvario al morir Jesús. Y, en representación de todos los discípulos del Señor, recibió de Él, clavado en la cruz, el más precioso de los regalos: Cristo le encomendó que se encargara de cuidar a la Madre Santísima María, como si fuera su propia madre, diciéndole: "He ahí a tu madre". Y diciendo a María: "He ahí a tu hijo".
El domingo de la resurrección, fue el primero de los apóstoles en llegar al sepulcro vacío de Jesús. Se fue corriendo con Pedro (al oír la noticia de que el sepulcro estaba vacío), pero como era más joven, corrió a mayor velocidad y llegó primero. Sin embargo por respeto a Pedro lo dejó entrar a él primero y luego entró él también y vio y creyó que Jesús había resucitado.
Después de la resurrección de Cristo, cuando la segunda pesca milagrosa, Juan fue el primero en darse cuenta de que el que estaba en la orilla era Jesús. Luego Pedro le preguntó al Señor señalando a Juan: "¿Y éste qué será?". Jesús le respondió: "Y si yo quiero que se quede hasta que yo venga, a ti qué?". Con esto algunos creyeron que el Señor había anunciado que Juan no moriría. Pero lo que anunció fue que se quedaría vivo por bastante tiempo, hasta que el reinado de Cristo se hubiera extendido mucho. Y en efecto vivió hasta el año 100, y fue el único apóstol al cual no lograron matar los perseguidores.
Después de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, Juan iba con Pedro un día hacia el templo y un pobre paralítico les pidió limosa. En cambio le dieron la curación instantánea de su enfermedad. Con este milagro se convirtieron cinco mil personas, pero los apóstoles fueron llevados al tribunal supremo de los judíos que les prohibió hablar de Jesucristo.
Pedro y Juan les respondieron: "Tenemos que obedecer a Dios, antes que a los hombres". Los encarcelaron, pero un ángel llegó y los libertó. Otra vez los pusieron presos y les dieron 39 azotes a cada uno. Ellos salieron muy contentos de haber tenido el honor de sufrir esta afrenta por amor al Señor Jesús, y siguieron predicando por todas partes.
Juan, cumpliendo el mandato de Jesús en la cruz, se encargó de cuidar a María Santísima como el más cariñoso de los hijos. Con Ella se fue a evangelizar a Éfeso y la acompañó hasta la hora de su gloriosa muerte.
El emperador Dominiciano quiso matar al apóstol San Juan y lo hizo echar en una olla de aceite hirviente, pero él salió de allá más joven y más sano de lo que había entrado, entonces fue desterrado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis, según la revelación que Jesús resucitado le dio.
Después volvió otra vez a Éfeso donde escribió el Evangelio según San Juan, que es el libro que lo ha hecho tan famoso. Este libro tiene un estilo elevadísimo e impresionantemente hermoso. Agrada mucho a las almas místicas, y ha convertido a muchísimos con su lectura.
A San Juan Evangelista lo pintan con un águila al lado, porque es el escritor de la Biblia que se ha elevado a más grandes alturas de espiritualidad con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como en su evangelio.
Dice San Jerónimo que cuando San Juan era ya muy anciano se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era esto: "hermanos, ámense los unos a otros". Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: "es que ese es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura".
San Epifanio dice que San Juan murió hacia el año cien, a los 94 años de edad. Poco antes había ido a un monte tenebroso a convertir a un discípulo suyo que se había vuelto guerrillero, y lo logró convertir volviéndolo bueno otra vez. Dicen los antiguos escritores que amaba mucho a todos pero que les tenía especial temor a los herejes porque ellos con sus errores pierden muchas almas.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN JUAN
I. He aquí al amigo íntimo de Jesús, aquél que descansó sobre su pecho en la última Cena, y a quien el divino Salvador hizo partícipe de sus más grandes secretos. La primera condición de una verdadera amistad es no tener secretos para el amigo. ¿Está abierto tu corazón para Jesús? ¿No tomas ninguna resolución sin haberlo consultado? En todo tiempo puedes penetrar en su corazón por la adorable llaga de su costado; ¡Y Él no puede hacerlo en el tuyo, lleno como está totalmente de las creaturas! Os amo, oh Dios mío, y deseo amaros siempre más. (San Agustín).
II. La segunda cualidad de la amistad es compartir con el amigo lo que se posee. Ahora bien, Jesús durante su vida dióse todo entero a San Juan y, al morir, le dio a su madre. "Hijo mío, dijo, he aquí a tu Madre". San Juan se había dado por entero a Jesús, había abandonado todo para seguirlo. Date del mismo modo todo entero a Jesús, si quieres ser su amigo. ¿A quién destinas tu corazón? el mundo es indigno de poseerlo. ¿Qué has dado a Jesús en retribución de su ternura? ¿Le has consagrado tu cuerpo, tu voluntad, tu inteligencia, en una palabra todo lo que eres y todo lo que posees?
III. En fin, la tercera cualidad de la amistad es la semejanza: el amor hace semejantes a los amigos, si ya no lo son. Fue también este amor el que hizo a San Juan semejante a Jesús, lo hizo también hijo espiritual de María. Jesús te amará, si te asemejas a Él. Para lograrlo, es menester, no que te recuestes visiblemente sobre el corazón de Jesús, sino que Jesús venga a tu corazón, y que no tengas tú otra voluntad que la suya. Tener los mismos gustos, y las mismas repugnancias, he ahí la verdadera amistad. (San Jerónimo).
A San Esteban se le llama "protomartir" porque fue el primer mártir de toda la historia católica. San Esteban era uno de los hombres de confianza de los apóstoles; habló y defendió muy bien a Jesús, que entre los judíos generó cierto desconcierto. Por tal razón, la tradición señala que fue llevado ante el Tribunal Supremo de la Nación, el Sanedrín, para ser acusado con falsos testigos, los cuales argumentaron que Esteban afirmaba que Jesús iba a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés.
Sin embargo, el santo no se atemorizó, y por el contrario, pronunció un impresionante discurso en el cual fue recordando toda la historia del pueblo de Israel (Hechos 7) y a través del cual exhortó a los judíos a rectificar, reprendiéndolos por haber llegado al extremo de no sólo no reconocer al Salvador, sino de haberlo además crucificado.
Llenos de ira, éstos lo arrastraron fuera de la ciudad y lo apedrearon.
Los que lo apedreaban dejaron sus vestidos junto a un joven llamado Saulo (el futuro San Pablo que se convertirá por las oraciones de este mártir) y que aprobaba aquel delito. Mientras lo apedreaban, Esteban decía: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Y de rodillas dijo con fuerte voz: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado". Y diciendo esto, murió.
Los cristianos lo rescataron y dieron a su cuerpo digna sepultura.
La devoción a los santos es uno de los temas por los que más somos criticados lo católicos. Nuestros hermanos separados (y muchos católicos dentro de la Iglesia) no terminan de entender el por qué de este tipo de devociones y suelen mencionar este pasaje de la Biblia:
“Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” 1 Timoteo 2, 5.
Al leer este pasaje surge la siguiente pregunta: Si Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres ¿Por qué le pedimos a los Santos? Si alguna vez te preguntaste lo mismo, este post ayudará a aclarar tus dudas.
Muchos creen que los católicos hacemos mal en pedir a los santos que recen por nosotros porque no entienden bien en qué consiste la mediación de Jesús. Por eso debemos conocer el contexto judío en el que vivió nuestro Señor.
Israel, el pueblo de Jesús, tenía un rito con las siguientes características:
– Era el rito principal de la Antigua Alianza.
– Tenían un sumo sacerdote.
– El sumo sacerdote entraba una vez al año al lugar santísimo del templo.
– El sumo sacerdote ofrecía la sangre de un cordero sin mancha para el perdón de sus pecados y los de todo el pueblo de Israel.
– Por eso el sumo sacerdote era el mediador entre Dios y el pueblo de Israel.
Pero con la muerte y resurrección de Jesucristo se establece una Nueva Alianza con estas características:
– Jesús hace perfecto el rito de la Antigua Alianza.
– Jesús es el nuevo sumo sacerdote.
– Jesús subió a la cruz como sumo sacerdote y víctima.
– Jesús murió en la cruz como verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
– Por eso Jesús es el único mediador entre Dios y los hombres.
Como pueden notar en este breve paralelo (que está magistralmente explicado en los capítulos 9 y 10 del libro de los Hebreos), la mediación de Jesús es sacerdotal y no tiene que ver con llevar recados de los hombres para Dios. Esto otro es intercesión.
Como ya hemos explicado, la mediación única de Jesús es sacerdotal y tiene que ver específicamente con la perfección del antiguo rito con el derramamiento de su sangre, sangre de la alianza nueva y eterna. ¿Cómo entendemos entonces la intercesión de los santos? Esto es muy simple: Un intercesor es todo aquel que reza para que Dios se compadezca de otra persona.
Todos podemos ser intercesores. De hecho, el pasaje bíblico más usado por los protestantes para decir que la intercesión no es bíblica en realidad comienza así:
“Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador“. 1 Timoteo 2, 1-3.
En la Biblia hay numerosos ejemplos de personas santas que intercedieron por sus hermanos:
– En Génesis 18, 23-33 Abraham intercede por Sodoma.
– En Romanos 15,30 San Pablo le pide a sus hermanos que recen por él.
Si en vida rezaban por sus hermanos ¡cuánto más en el cielo que están frente a Él!
Por eso podemos dirigirnos con confianza a nuestros hermanos los santos para pedirles que nos ayuden rezando por nuestras necesidades.
Conclusión: Dios es el único mediador entre Dios y los hombres, y todos podemos ser intercesores
¿Qué dice la Biblia?
No encontramos en la Biblia una declaración expresa de la virginidad de María después del parto, pero sí nos ofrece los datos necesarios para deducir, por una reflexión de fe, que María conservó siempre su virginidad.
Ella misma afirmó su propósito al preguntar al ángel en la Anunciación: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”. Hay que destacar que María no dice esto como joven soltera, sino como la desposada de José. Es claro que implica un propósito mutuo de virginidad.
Si en el momento de la Anunciación María ama de tal manera su virginidad que llega a ponerla como dificultad al anuncio del ángel, no es posible explicar un cambio de esa mentalidad de María después del nacimiento de Jesús. Tampoco por parte de Dios se entendería que hubiera habido motivo alguno para hacer un milagro que conservara la virginidad de María si tal virginidad no se iba a conservar después. No hay que olvidar que el propósito de María debe entenderse necesariamente como formado bajo el influjo de la gracia.
También corrobora la virginidad de María el que en el Evangelio jamás se vean otros hijos de José y María. En Egipto, en Belén, en Nazaret, en Jerusalén, la Sagrada Familia la forman solamente Jesús, José y María. En la cruz se encuentran solamente dos: Jesús y María, y esta tan sola que Jesús tiene que buscarle un hijo en San Juan.
Algunos protestantes creen encontrar expresiones en la Biblia que dejan entrever que la virginidad de María no fue perpetua. Con el conocimiento que se tiene hoy de las lenguas orientales, es muy fácil salvar este error, como lo veremos en los tres pasajes bíblicos más frecuentemente aducidos.
1.- “José recibió a su mujer; y no se unió a ella hasta que dio a luz a su Hijo”. (Mt 1, 25)
La expresión semítica “hasta” sirve únicamente para enfatizar el que la concepción y nacimiento de Jesús fue virginal. No dice absolutamente nada de lo que sucedió después.
La misma expresión no ofrece ninguna duda cuando se emplea en otros casos:
De la misma manera “no se unió a ella hasta que dio a luz a su hijo”, no significa en absoluto que después sí se uniera a ella. Ni siquiera pretende dejar la duda.
2.- “María dio a luz a su hijo primogénito”. (Lc, 2,7)
Primogénito (es decir, primer hijo) no significa primero entre varios. En lenguaje bíblico, primogénito es el primero, el que debe ofrecerse al Señor, tenga o no más hermanos.
Es conocido el hallazgo de un epitafio egipcio del siglo V a.C. En él se inscribieron las quejas de la madre: “El destino me empujó a la muerte con dolores al nacerme mi primogénito”. Aquel primer nacido fue también el único, lo mismo que Jesús lo es de la Virgen María.
3.- “¿No se llama su Madre María y sus hermanos Jacob, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no están todas con nosotros?” (Mt. 13, 55-56)
Este y otros pasajes semejantes, parecerían afirmar que María tuvo al menos siete hijos. Sin embargo, en ningún sitio se llama “hijo de María” a ninguno excepto a Jesús. De aquellos sólo se dice que eran “hermanos de Jesús”, expresión que en la Biblia designa tanto a los hermanos carnales como a los primos, amigos y ciertos descendientes.
En Gn. 13, 8 Abraham llama a Lot hermano, cuando en realidad es sobrino suyo (Gn. 12, 5). Muchos otros ejemplos se podrían aducir aquí. De hecho, por la Biblia sabemos que dos de estos “hermanos” son hijos de otra María, la cual estaba casada con Cleofás: “Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena” (Jn. 19, 25) y según otro evangelista, cuando Jesús murió en la cruz “había allí muchas mujeres mirando desde lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos del Zebedeo”. (Mt. 27, 55-56)
Este Cleofás, padre de Santiago (Jacob) y José debió de ser hermano de San José, con lo cual los llamados “hermanos de Jesús” debieron de ser sus primos. Si los primeros en la lista de “hermanos” son en realidad primos, ¿qué parentesco debieron tener los demás?
“La dignidad de la Virginidad tiene su principio en la Madre del Señor”.
San Agustín
La virginidad de la carne es a la vez, y quizá principalmente, signo y expresión visible de la virginidad del espíritu, de la virginidad del amor. Contemplar esta virginidad de la Virgen María es entrar en un misterio totalmente insondable, en una perfección de amor que no tiene término de comparación por el que podemos entenderlo.
Quien se ha introducido en este misterio verá a María no sólo como Madre del Verbo encarnado sino también como Esposa de ese mismo Verbo (como la vieron los Santos Padres) y contemplará en Ella el modelo que incansablemente ha de imitar en sus relaciones con Jesús.
La Iglesia, y con ella cada alma en gracia, no sólo es Cuerpo de Cristo sino Esposa de Cristo, en comunidad de vida y de actividad con Él. Tanto más se acercarán la Iglesia y las almas al estado de perfectas esposas de Cristo cuanto más de cerca imiten el amor virginal de su Madre María, y la comunión que ese amor genera.
Coincidiendo con el primer domingo de adviento y con su visita a Greccio, la localidad italiana donde Francisco de Asís instaló el primer belén de la historia, el Papa ha firmado la carta apostólica ‘Admirable signum’ sobre el significado y el valor de esta tradición cristiana. Son poco más de 3.000 palabras distribuidas en diez puntos, pero las suficientes para que el Papa reivindique en tono catequético y pedagógico esta costumbre navideña de representar el nacimiento de Jesús en las casas, “en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas…”.
En plena polémica en España sobre la pertinencia o no de ubicar los nacimientos en espacios públicos, el Papa lo defiende como “un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza”. “Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada”, subraya para reiterar en varios momentos del escrito que “el belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe”. “No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida”, reflexiona Francisco.
El Papa arranca su carta haciendo un repaso histórico sobre cómo se hizo realidad el deseo del “poverello” de Asís de “contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”.
“San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo”, subraya Francisco sobre aquel primer nacimiento en Greccio, subrayando cómo este pueblo “se ha convertido en un refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio”.
El Papa confía en que el belén lleve a los cristianos a sentirse implicados “implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales”. Con este punto de partida, repasa una a una todas las figuritas y demás elementos del belén:
“El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen”, expresa Francisco: “Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma”.
Para el obispo de Roma, “en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos”.
“Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado”, escribe el Papa, que presente a María como “una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo”.
Francisco se remite a la anunciación para hacer comprender que con su ‘sí’. “María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él. Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica”.
“Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara”, señala el Papa sobre uno de los santos a los que más devoción tiene. “Juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia”, comenta. Además pone en valor cómo fue “el primer educador de Jesús niño y adolescente” así como el hecho de que “llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica”.
“Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura”, comenta el Papa, que señala a continuación cómo “desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado”.
El Papa se refiere a ellos como “hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén”. Francisco detalla que sus regalos tienen un significado alegórico: “El oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura”.
Para Jorge Mario Bergoglio, Melchor, Gaspar y Baltasar “enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”. De ellos destaca que “no se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes”.
“Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas”, invita el Papa que reflexiona sobre cómo “Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré?”.
Francisco comenta cómo es habitual que la iconografía de los nacimientos recoja edificios y palacios antiguos. “Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido”, detalla el Papa, que va más allá: “Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original”.
Para el Papa Francisco, reflejan cómo “toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías”.
“Está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría”, describe el Papa.
“Son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor”, explica Francisco.
“Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación”, sentencia que el Papa que les presenta en contraposición a “tanta gente que pretende hacer otras mil cosas”.
“Se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece”, subraya. Es más, Francisco está convencido de que “este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre”.
Francisco invita a colocar en el belén las figuras de aquellos que “no conocen otra abundancia que la del corazón”. “Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto”, detalla en la carta apostólica.
El Bergoglio más fiel a sí mismo defiende que “los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros”.
No en vano, el Papa recuerda que el Hijo de Dios “nació pobre”. “Desde el belén emerge claramente el mensaje de que no podemos dejarnos engañar por la riqueza y por tantas propuestas efímeras de felicidad”, señala.
El Papa admite en su carta que tanto a los niños como a los adultos “les encanta añadir otras figuras al belén” que no aparecen en los relatos evangélicos como la lavandera, el herrero, el panadero… “Esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura”, interpreta Francisco.
Para él, todos estos personajes representan “la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina”